Fragilidad (Frailty): ¿Cómo detectarla tempranamente y prevenir su progresión?
La fragilidad, conocida en inglés como frailty, es un síndrome clínico caracterizado por una disminución de la reserva fisiológica y la capacidad de recuperación del organismo frente a eventos estresantes, como enfermedades o lesiones. Aunque suele asociarse con personas mayores, es fundamental entender que su desarrollo comienza mucho antes de que los signos sean evidentes, lo que abre la puerta a estrategias de diagnóstico y prevención tempranos.
¿Qué es la fragilidad y cómo se manifiesta?
La fragilidad se define como un estado de vulnerabilidad relacionado con el envejecimiento biológico, pero no necesariamente con la edad cronológica. Este síndrome afecta múltiples sistemas del cuerpo, resultando en pérdida de fuerza muscular, fatiga, lentitud, y en algunos casos, dependencia funcional.
La evidencia ha demostrado que el inicio y la progresión de la fragilidad son el resultado de la interacción de numerosos factores de riesgo, entre ellos los factores genéticos, el envejecimiento, el sexo, la polifarmacia, los estilos de vida poco saludables y la malnutrición. Estos factores de riesgo no actúan de manera aislada; con frecuencia coexisten e influyen de manera conjunta en la progresión de la fragilidad, lo que contribuye a su complejidad.
Señales comunes de fragilidad incluyen:
- Pérdida de peso involuntaria.
- Debilidad muscular (detectada, por ejemplo, con pruebas de fuerza de agarre).
- Fatiga persistente o cansancio extremo.
- Dificultad para caminar o mantener la movilidad.
- Reducción en la actividad física.
Estos signos suelen emerger en edades avanzadas, pero los procesos biológicos que los desencadenan pueden empezar décadas antes, incluso en personas de 40 o 50 años.
¿Cuándo y cómo se diagnostica la fragilidad?
El diagnóstico de la fragilidad generalmente se realiza en adultos mayores, a partir de los 65 años, utilizando herramientas como el Índice de Fragilidad o los criterios de Fried, que evalúan aspectos como fuerza, peso, velocidad al caminar y niveles de energía.
Sin embargo, estudios recientes sugieren que la fragilidad puede detectarse de manera subclínica en personas más jóvenes si se realizan evaluaciones integrales enfocadas en la salud metabólica, inflamación crónica y marcadores funcionales, como:
- Fuerza muscular y composición corporal.
- Marcadores inflamatorios asociados al proceso de inflammaging.
- Desempeño físico (pruebas de caminata o equilibrio)
Aplicaciones Preclínicas y Clínicas de las Células Madre en la Fragilidad
El envejecimiento es un proceso fisiológico inevitable que está estrechamente relacionado con la fragilidad. Durante este proceso, las células senescentes secretan factores asociados al fenotipo secretor de la senescencia (SASP), como citoquinas inflamatorias, quimiocinas y proteasas, que regulan el envejecimiento de tejidos y órganos. Factores como la inestabilidad genómica, el daño en el ADN, alteraciones epigenéticas, el estrés oxidativo, la inflamación, la disfunción mitocondrial y el agotamiento de las células madre también contribuyen al desarrollo de la fragilidad.
Las células madre mesenquimales (MSC) ofrecen un potencial terapéutico significativo debido a su capacidad de autorrenovación e inmunomodulación.
Una cantidad considerable de evidencia ha surgido indicando que las células madre pueden ofrecer una vía prometedora para intervenciones terapéuticas en una variedad de condiciones asociadas con la fragilidad, incluyendo la enfermedad de Parkinson, lesiones cerebrales traumáticas, lesiones de la médula espinal, enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares y aterosclerosis en estudios preclinicos y aunque hay pocos trabajos a nivel clinico, dos interesantes estudios realizados hasta ahora muestran que los tratamientos con células madre mesenquimales son bioseguros y eficaces (Golpanian et al. 2017 ; Tompkins et al. 2016 )
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